Se trata de el segundo libro de las crónicas de Dune, que continúa la historia de Paul Atreides, ahora Emperador, tras los eventos de la primera novela (Dune).
En este libro, Paul sigue avanzando en el desarrollo de su figura mesiánica, agotado por el uso que se le está dando y por la yihad desatada en su nombre. Paul ha entendido que se ha convertido en esclavo de su propia capacidad para ver el futuro y de la religión que ha inspirado. Esta parte de la historia se centra, por tanto, en el declive de Paul Atreides como soberano.
Como es de esperar en un universo cambiante que trata de ser sujetado contra su naturaleza, muchos agentes de nuevos y viejos enemigos se unirán en una trama que tendrá como objetivo socavar el poder del Mesías de Dune. Además de la Cofradía y la Bene Gesserit, entrará en acción la Bene Txeilaxu, con un origen en las fronteras del Imperio y tradiciones y habilidades totalmente distintas.
Pero además, como se suele decir, la semilla de la destrucción de todo imperio se encuentra en su seno. Hay disensión entre algunos Fremen, y además está ese delicado asunto de la descendencia de los Atreides. ¿Será Irulán de los Corrino, tomada como esposa para usurpar el trono del anterior Emperador, quien deba darle hijos a Paul o será Chani, su verdadero amor, cuyas dificultades para quedarse embarazada ponen en peligro su vida? Y lo que es más, ¿cómo serán los hijos del mesías que nacerán ya saturados de melange?
Este libro ofrece además el enredo en la trama de un ilustre de la primera novela que se creía irremediablemente perdido.
A pesar de las críticas iniciales, a mí el libro me parece imprescindible para comprender el componente más filosófico del universo de Frank Herbert. Comparado con el segundo y el tercer libro, el primero apenas ofrece atisbos de los dolores de cabeza de un líder mesiánico con auténticos poderes.
Por supuesto recomendable 100%. Hay que tenerlo leído.