Sardu (encuéntrala en Amazon Blood Sucking Freaks)

La verdad es que no recuerdo muy bien la primera vez que vi esta película. Recuerdo muy bien la escena final y lo que se comen en el bocadillo. Recuerdo algunas escenas con poco detalle y mucha sangre y tortura. Esto se debe a que no tenía la edad para estar viendo este tipo de películas (Advertencia: esto se consideraría un Parental Epic Fail en la actualidad... y que coño, en todos los tiempos). Sin embargo es una película que me quedó grabada y que años más tarde, cuando encontraba a alguien con quien comentar estos temas, yo trataba de averiguar cual era el nombre del film para volverlo a ver. La describía sin suerte, hasta que por casualidad me vi en un pase de películas de este tipo en un local y pude volver a verla. Y si vosotros os decidís a invertir tiempo entenderéis porque os explico todo esto (al fin y al cabo, habéis entrado en esta reseña para degenerados). Cuenta la leyenda que la gente salía de las salas cuando la estrenaron e incluso estuvo prohibida durante un tiempo en algunos países. Al lío.
Sardu (Blood Sucking Freaks) fue estrenada en 1976, dirigida por Joel M. Reed, y protagonizada entre otros por Seamus O'brien (Sardu) que un año más tarde del estreno moriría apuñalado en extrañas circumstancias. Según el resumen:
Sardu regenta el Teatro de lo Macabro donde realiza una especie de Gran Guiñol junto a su colaborador enano Ralphus que es el encargado de las torturas en el escenario, el público está encantado con este “nuevo” estilo teatral y la sala se llena cada día. Un día Sardu conocerá a Natasha D’Natalie, una afamada bailarina, y la propondrá actuar en su teatro, pero al negarse la rapta a lo que su novio y un policía corrupto comienzan a investigar. Realmente Sardu disfruta humillando y torturando a “sus actrices” que además protegen sus ahorros, que son el objetivo real del policía.
La película es realmente una salvajada para lo que se entiende por cine normal, exhibiendo gran variedad de torturas como tornillos de banco, amputaciones, sorbetes divertidos y toda suerte de sadismo en general. Yo creo que incluso con los efectos especiales y el presupuesto de aquel entonces la peli puede fascinar lo mismo o más que las modernas de hoy en día (ríete de Saw). En cada actuación, Sardú, pretende que el expectador del teatro interprete a su libre albedrío si lo que ve es real o no, involucrando en los crímenes a todos los presentes. Un punto más para el sadismo.
Si tenéis tiempo que invertir en estas cosas, sin duda este es uno de los clásicos que tenéis que ver. Es lo que define el concepto de película de Culto.