Este libro, editado en 1927, recoge las ideas de J.W. Dunne, ingeniero aeronáutico de profesión sobre su concepción del espacio-tiempo y su relación con lo que comúnmente denominaríamos fenómenos de “clarividencia” (que para él sería nuestra incapacidad de explicar un fenómeno de cómo nos conectamos con el futuro).
Contextualizando, la teoría de la relatividad ya se había asentado y progresaba en su discurso, a la vez que también la incipiente mecánica cuántica se abría paso rompiendo los esquemas del mundo científico. Es en este punto, y motivado por una serie de experiencias personales, por lo que Dunne decide proponer sus propias teorías sobre el tiempo y la relación que el ser humano mantiene con él. A partir de una serie de “premoniciones” que el mismo experimenta y que luego testea contra otros sujetos, deduce que nos podemos conectar con el pasado y el futuro de igual manera, debido a que la naturaleza del universo contiene dimensiones de tiempo y por lo tanto se puede evolucionar en ellas tal y como se hace en el espacio tridimensional que conocemos. Para él, esto es posible tanto en la vigilia como en el sueño, siendo más fácil en el sueño porque al fin y al cabo nuestra mente consciente está diseñada para recabar y almacenar información, haciéndola más orientada a percibir el presente y mantener información del pasado (el futuro que para nosotros no se ha producido no puede hacernos almacenar información en este sentido).
Al final, termina dándonos una visión de un observador consciente en n-dimensiones donde siempre escoge la menor disponible en estado de vigilia (3 dimensiones) pero a la que escapa a un orden superior en estado de sueño, pudiendo mezclar pasado y futuro. Así, la percepción de pasado y futuro lo ve más como una incapacidad nuestra de percibir la realidad. En el sueño, cuando el observador deja de poner su foco de atención en el mundo, este puede elevarse a un nivel superior en el que estaría intersectando sus estados mentales con información del pasado pero también del futuro.
El libro es de ritmo lento y muy muy cuidadoso con el lenguaje (pasa un par de capítulos estableciendo el significado de los conceptos que usará a lo largo del libro). Se nota que era de profesión ingeniero: en cada explicación añade todos los comentarios que crea suficientes para que el lector pueda ceñirse al tema sin divagar con dobles significados causados por el propio lenguaje.
Dentro de lo que son las discusiones metafísicas sobre el tiempo, junto con otros libros más divulgativos, yo creo que tiene su espacio. Yo lo leí porque a mi me interesa muchísimo el tema, pero no es por el que empezaría si quisiera interesarme. Es casi más entretenido el de Stephen Hawking, una breve historia del tiempo.
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